jueves, 6 de febrero de 2014

Inflamación

Para que los organismos sobrevivan, resulta esencial la capacidad de librarse de los restos necróticos o lesionados y de los invasores extraños, como los microbios. La respuesta del anfitrión orientada a conseguir estos objetivos se denomina  inflamación. Se trata de una respuesta fundamentalmente protectora,  diseñada para librar al organismo de la causa inicial de la lesión inicial.
La inflamación es una reacción tisular compleja que consiste básicamente en respuestas de los vasos y los leucocitos.  Las principales defensas corporales frente a los invasores extraños son las proteínas plasmáticas y los leucocitos circulantes (células blancas), pero también los fagocitos tisulares derivados de las células circulantes.
La inflamación puede ser aguda o crónica  en función de la naturaleza del estímulo y la eficacia de la reacción inicial para eliminar el estímulo o los tejidos lesionados.  La inflamación aguda  se inicia de forma rápida (en minutos) y dura poco, unas horas o pocos días; se caracteriza, sobre todo, por la exudación de líquido y proteínas plasmáticas (edema) y la emigración de leucocitos, sobre todo neutrófilos (llamados también polimorfonucleares neutrófilos).

La inflamación crónica  puede aparecer después de la inflamación aguda o ser insidiosa desde el comienzo. Dura más y se asocia a la presencia de linfocitos y macrófagos, proliferación vascular, fibrosis y destrucción tisular.   La inflamación termina cuando se elimina el agente responsable del daño.


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